1. A través del blog o a través de las redes sociales o través del grafitti o a través del tatoo o a través de los piercing, la juventud -ignoro el significado de esta palabra o a que se refiere- se comunica con el mundo o la circunstancia mediante un gemido, aullido, exhalación, suspiro, entumecimiento o acaloramiento. Es decir, la brutalidad de un lenguaje que emerge en línea, abreviado, codificado, extremo, sin inocencia, casi un estigma y salpicado de culpa.
2. Palabra tras palabra, o mejor enlace tras enlace en la red (ese cosmos ominoso y fascinante), ese ímpetu juvenil no se da por enterado de nada y siempre anda más informado que uno o que otros. Lo importante en su vida en line (on line) es su vida y el resto no importa en lo más mínimo. Una ferocidad tan sincera como la indiferencia que la sociedad o ese ogro filantrópico ha creado a su alrededor.
3. El ímpetu de Banesa Morales va por esa línea y en línea a las exigencias tecnológicas que el mundo ha impuesto a la mayoría de la gente por medio de Internet: Primero fue una bloguera de doble filo con “Memorias de una samaritana. Un solo de desahogo” y “Vuela mariposa vuela” (ambos blog ya muertos) cuyo destape y versatilidad verbal revelaron una imagen suya casi hot y casi geek que podría haberle originado más un dolor de cabeza o un flirteo entre el asombro de sus seguidores y la envidia de sus congéneres femeninos.
4. Después la vimos emerger en Yerba Mala Cartonera en 2007 como si hubiera sido recogida de entre los escombros y olvidos que deja una ciudad como Santa Cruz de la Sierra, sin aquellos apasionados fragmentos que posteó en un blog memorable -como dije antes- ya muerto por obra y gracia de sus propias manos de nigromante:” Memorias de una samaritana. Un solo de desahogo”.
5. El mencionado cartón poético nos muestra un perfil estrecho de Banesa Morales, nada de aquella vampiresa que emergía semidesnuda y provocativa y hasta se retorcía al borde de una carretera de las muchas que hay en Bolivia o en el mundo, siempre en actitud delirante y transida por el abandono, la soledad y el hartazgo de la existencia. Siempre extrañaremos ese himno fotográfico (casi un drama dream) y ese postal rosa que dedicó a su propia persona en la jungla bloguera.
6. Ahora, aliada nuevamente al blog, Morales retornó como el ser especial que es y también como modelo para artistas. Se ha anunciado de ese modo en estos meses y la hemos entrevisto, por un lado, saldar cuentas verbales con los(as) seguidores (as) de sus blog muertos y, por otro lado, quedar desprovista de ataduras y vestimentas en medio de las paletas y las pinturas, acaso flanqueada o escudada en su propio aislamiento y angustia citadinas. Quizás, en la actualidad, se pinta como pintora y barruntos mil.
7. En todo ese conglomerado de circunstancias vitales, la poesía de Banesa Morales ha encontrado tanto los pasajes como los parajes adecuados para volar libre de ataduras y de pinturas. “La vagina de dios (segundo orgasmo)” es otro himno poético, tal vez el que muestra en cuerpo entero y en alma plena a la poetisa. No el canto perfecto, pero sí el más incisivo y extremo, con acentos memorables.
8. Igual que Delmira Agustini, la poetisa uruguaya que simboliza el eroticismo y la inspiración simbólica sobre los placeres carnales, la reciente obra de Morales deja en clara las alianzas verbales meramente metafísicas con su cuerpo, es decir, con la pulsión de muerte que dimana de la sexualidad femenina. Pero la suya es un gemido, con toda la carga erótica que esta palabra conlleva, en medio de la selva de cemento. Mas nunca es un aullido en celo.
9. Por ahí transitan los gemidos verbales de Morales en “La vagina de dios (segundo orgasmo)”, inicialmente erigiendo basamentos poéticos como Pizarnik, como Dickinson o como de Beauvoir entre otras celebridades femeninas, a fin de imprimir el ímpetu adecuado a sus palabras y de sus lecturas. O tal vez debiera decir que aquí se origina el Punto G de la poética de Morales.
10. Por ese motivo, el posesivo femenino demarca un único territorio también femenino (“Mis mujeres”) porque el erotismo femenino es diferente al masculino. No hay comparación alguna. Mientras la mujer desea explorar el lado femenino de manera contemplativa y coloquial (“Annie/ puedes volver y sentarte a mi lado/ podemos hacer un trato/ podemos abrazarnos/ la cama no es para el sexo/ no te equivoques/ las camas también vuelan”), el hombre sólo trataría de copular una y mil veces con una o varias mujeres. He ahí la vitalidad de “La vagina de dios (segundo orgasmo)” adonde el deseo está proyectado o volcado hacia el otro en perspectiva social–de mujer a mujer.
10. En este marco de significaciones que crea su segundo poemario, ¿cuál es la visión personal de Morales sobre sí misma? Ante todo sólo una representación pertinente a su tiempo y rodeada de aislamiento, la que quizás se originaría en el entorno citadino o tal vez en sí misma, es decir, en su propio ensimismamiento poético que es representado como un infierno, ceñido por el tedio y asediado por pensamientos soeces: hartazgo y hesitación de su propia persona.
11. Una cualidad poética de este encierro infernal radica en la posibilidad de la apertura que da el mismo cuerpo femenino. “La vagina de dios (segundo orgasmo)” no es un himno meramente existencialista a puertas cerradas, sino la entrada misma a los placeres solitarios. Doble pecado la suya y doble liberalidad en ejercicio creciente y lleno de plenitud. He ahí el esplendor de la vagina y el ímpetu del dedo de dios (falo) que lleva a ese infierno personal adonde Banesa Morales es un cuerpo yaciente, un solo aliento y una máquina que produce palabras a través de un computador.
12. ¿Y qué puede significar el lado masculino para una entusiasta alumna de la bisexualidad como es Morales? Quizás un símbolo: el amor. Quizás el “alucine de amor perfecto”. Quizás el sexo que embriaga. Pero en definitiva, desde la proyección poética de Morales, el hombre siempre será un ser sexual totalmente incierto, pacifista o afeminado: un “hombrecito de carne dulce” o alguien con la capacidad de ponerse no solamente los calzones, sino aquellos sostenes femeninos.
13. El planteamiento poético en “La vagina de dios (segundo orgasmo)” toca la misma plenitud y hartazgo erótico que tocó alguna vez el libro “Mujer en celo”, de Sara D. Kuljis, poetisa y novelista paceña. Ambos libros, el de Kuljis y el Morales, podrían ser o tratarse de una misma moneda, aquella con la que adquirimos la pasividad espiritual mediante las palabras. O encontramos el erotismo femenino que tanto hace falta a nuestra existencia rutinaria. Igual que Kuljis, Morales nos muestra un Adán totalmente desnudo de su masculinidad. He ahí una clave poética para entender el ímpetu que motiva a Morales, hoy por hoy, la poesía más deslumbrante de Bolivia.
2. Palabra tras palabra, o mejor enlace tras enlace en la red (ese cosmos ominoso y fascinante), ese ímpetu juvenil no se da por enterado de nada y siempre anda más informado que uno o que otros. Lo importante en su vida en line (on line) es su vida y el resto no importa en lo más mínimo. Una ferocidad tan sincera como la indiferencia que la sociedad o ese ogro filantrópico ha creado a su alrededor.
3. El ímpetu de Banesa Morales va por esa línea y en línea a las exigencias tecnológicas que el mundo ha impuesto a la mayoría de la gente por medio de Internet: Primero fue una bloguera de doble filo con “Memorias de una samaritana. Un solo de desahogo” y “Vuela mariposa vuela” (ambos blog ya muertos) cuyo destape y versatilidad verbal revelaron una imagen suya casi hot y casi geek que podría haberle originado más un dolor de cabeza o un flirteo entre el asombro de sus seguidores y la envidia de sus congéneres femeninos.
4. Después la vimos emerger en Yerba Mala Cartonera en 2007 como si hubiera sido recogida de entre los escombros y olvidos que deja una ciudad como Santa Cruz de la Sierra, sin aquellos apasionados fragmentos que posteó en un blog memorable -como dije antes- ya muerto por obra y gracia de sus propias manos de nigromante:” Memorias de una samaritana. Un solo de desahogo”.
5. El mencionado cartón poético nos muestra un perfil estrecho de Banesa Morales, nada de aquella vampiresa que emergía semidesnuda y provocativa y hasta se retorcía al borde de una carretera de las muchas que hay en Bolivia o en el mundo, siempre en actitud delirante y transida por el abandono, la soledad y el hartazgo de la existencia. Siempre extrañaremos ese himno fotográfico (casi un drama dream) y ese postal rosa que dedicó a su propia persona en la jungla bloguera.
6. Ahora, aliada nuevamente al blog, Morales retornó como el ser especial que es y también como modelo para artistas. Se ha anunciado de ese modo en estos meses y la hemos entrevisto, por un lado, saldar cuentas verbales con los(as) seguidores (as) de sus blog muertos y, por otro lado, quedar desprovista de ataduras y vestimentas en medio de las paletas y las pinturas, acaso flanqueada o escudada en su propio aislamiento y angustia citadinas. Quizás, en la actualidad, se pinta como pintora y barruntos mil.
7. En todo ese conglomerado de circunstancias vitales, la poesía de Banesa Morales ha encontrado tanto los pasajes como los parajes adecuados para volar libre de ataduras y de pinturas. “La vagina de dios (segundo orgasmo)” es otro himno poético, tal vez el que muestra en cuerpo entero y en alma plena a la poetisa. No el canto perfecto, pero sí el más incisivo y extremo, con acentos memorables.
8. Igual que Delmira Agustini, la poetisa uruguaya que simboliza el eroticismo y la inspiración simbólica sobre los placeres carnales, la reciente obra de Morales deja en clara las alianzas verbales meramente metafísicas con su cuerpo, es decir, con la pulsión de muerte que dimana de la sexualidad femenina. Pero la suya es un gemido, con toda la carga erótica que esta palabra conlleva, en medio de la selva de cemento. Mas nunca es un aullido en celo.
9. Por ahí transitan los gemidos verbales de Morales en “La vagina de dios (segundo orgasmo)”, inicialmente erigiendo basamentos poéticos como Pizarnik, como Dickinson o como de Beauvoir entre otras celebridades femeninas, a fin de imprimir el ímpetu adecuado a sus palabras y de sus lecturas. O tal vez debiera decir que aquí se origina el Punto G de la poética de Morales.
10. Por ese motivo, el posesivo femenino demarca un único territorio también femenino (“Mis mujeres”) porque el erotismo femenino es diferente al masculino. No hay comparación alguna. Mientras la mujer desea explorar el lado femenino de manera contemplativa y coloquial (“Annie/ puedes volver y sentarte a mi lado/ podemos hacer un trato/ podemos abrazarnos/ la cama no es para el sexo/ no te equivoques/ las camas también vuelan”), el hombre sólo trataría de copular una y mil veces con una o varias mujeres. He ahí la vitalidad de “La vagina de dios (segundo orgasmo)” adonde el deseo está proyectado o volcado hacia el otro en perspectiva social–de mujer a mujer.
10. En este marco de significaciones que crea su segundo poemario, ¿cuál es la visión personal de Morales sobre sí misma? Ante todo sólo una representación pertinente a su tiempo y rodeada de aislamiento, la que quizás se originaría en el entorno citadino o tal vez en sí misma, es decir, en su propio ensimismamiento poético que es representado como un infierno, ceñido por el tedio y asediado por pensamientos soeces: hartazgo y hesitación de su propia persona.
11. Una cualidad poética de este encierro infernal radica en la posibilidad de la apertura que da el mismo cuerpo femenino. “La vagina de dios (segundo orgasmo)” no es un himno meramente existencialista a puertas cerradas, sino la entrada misma a los placeres solitarios. Doble pecado la suya y doble liberalidad en ejercicio creciente y lleno de plenitud. He ahí el esplendor de la vagina y el ímpetu del dedo de dios (falo) que lleva a ese infierno personal adonde Banesa Morales es un cuerpo yaciente, un solo aliento y una máquina que produce palabras a través de un computador.
12. ¿Y qué puede significar el lado masculino para una entusiasta alumna de la bisexualidad como es Morales? Quizás un símbolo: el amor. Quizás el “alucine de amor perfecto”. Quizás el sexo que embriaga. Pero en definitiva, desde la proyección poética de Morales, el hombre siempre será un ser sexual totalmente incierto, pacifista o afeminado: un “hombrecito de carne dulce” o alguien con la capacidad de ponerse no solamente los calzones, sino aquellos sostenes femeninos.
13. El planteamiento poético en “La vagina de dios (segundo orgasmo)” toca la misma plenitud y hartazgo erótico que tocó alguna vez el libro “Mujer en celo”, de Sara D. Kuljis, poetisa y novelista paceña. Ambos libros, el de Kuljis y el Morales, podrían ser o tratarse de una misma moneda, aquella con la que adquirimos la pasividad espiritual mediante las palabras. O encontramos el erotismo femenino que tanto hace falta a nuestra existencia rutinaria. Igual que Kuljis, Morales nos muestra un Adán totalmente desnudo de su masculinidad. He ahí una clave poética para entender el ímpetu que motiva a Morales, hoy por hoy, la poesía más deslumbrante de Bolivia.
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